A instancias de algunos de los muchachos, este año se repetirán los “ Comunicados” que durante el 2006 trató de acercarles algunas de las vivencias que la gringa y yo tuvimos allende los mares.
Como un modesto anticipo de ello, vaya este breve relato, que algunos encontrarán ameno, y otros insoportable, sobre todo los que ya conocen esas tierras, como Petu por ejemplo.
El eterno yirar de Aisha & Victor por el mundo empezó el 2007 con un destino mas cercano: Chile.
Un día de enero subimos a un avion de Lan que nos depositó en dos horas en Santiago de Chile. Y ya en el camino tuvimos el primer regalo: la imponente cordillera de Los Andes, vista desde el aire, en un día despejado, casi sobrevolando el Aconcagua, es un sobrecogedor espectáculo de la naturaleza. Como dice mi amigo andaluz, a veces Dios exagera.
En el aeropuerto nos esperaba una camioneta de la “ Ilustre Municipalidad de Valparaiso”, que en una hora recorrió los 100 km. que nos separan de Valparaiso, y llegamos a la conocida “ joya del Pacífico” donde se desarrolló este año la septima cumbre mundial del tango.
La ciudad de Valparaiso, a orillas del océano Pacífico, consta basicamente de dos sectores: uno pegado al mar, plano, que ellos llaman “el plan”, y los cerros que enmarcan ese plan. Esos cerros, que dicen son 47, estan total y absolutamente cubiertos de casas, escuelas, comercios, bares, en fin, la ciudad se extiende por los cerros, desde los cuales se tiene una vista privilegiada del puerto, la bahía y el mar.
Esos cerros semejan una montaña de maquetas de casitas, de todos los colores imaginables, y son de una belleza muy pintoresca, siempre y cuando se los mire desde lejos. Porque cuando uno recorre esas calles, es bastante shomería. El 90 % de las casas son de madera y chapas, caótico y bastante sucio. Además, llegar allá arriba es muy dificil, por lo empinado de las calles, salvo que uno vaya en coche, o en bus, o en los ascensores para personas, que suben por las laderas de los cerros por un pago, que para los habitantes de allí no es tan pequeño. Esos ascensores de noche no andan, asi que arreglate como puedas si tenés que volver, medio mamado, a las tres de la matina, a dormir en un hotelucho de las alturas. Llegás en tres cilindros, con los timbos en la mano, y los mas probable que el hotel ( invariablemente de madera) tenga dos o mas pisos altísimos, que tendrás que subir a patacón y tratando de no hacer ruido. Ascensores olvidate!.
O sea lo repito: Valparaiso es como algunas minas, si las mirás de lejos es bonito.
Pero por suerte en este caso, la organización de la cumbre nos alojó en el “plan”, muy cerca del teatro, de las milongas, y del centro, asi que zafamos.
Nuestro hotel cuesta ( si tuvieramos que pagarlo) 40 dólares por día, pero era dos estrellas con suerte, un hotel que acá no puede costar mas de 20. Y asi todo, Todo esta el doble que en Buenos Aires, con la consecuencia lógica que no ves argentinos ni dibujados, muy diferente a la época del 1 a 1, voto a Carlos Saul!! Los únicos argentinos que veíamos eran los artistas de la cumbre, porque no pagaban nada. Para sacarles un mango a estos ratones tenés que darles anestesia total.
Mirando la ciudad con ojos de arquitecto, no podía dejar de pensar que esa es una zona sísmica, y que la edificación en los cerros es bastante precaria, y en muchos casos literalmente cuelgan de los barrancos, o sea un pequeño temblor y se va todo al mar, pero parece que no sucede ( por ahora).
También es mas que inquietante lo rudimentario de las instalaciones, con cientos de cables que cruzan el aire en todas direcciones, todo mas o menos, cañerías de gas que nadie sabe a ciencia cierta por donde pasan, y todo eso en el medio de una montaña de madera reseca! La consecuencia obvia: un incendio por día de promedio.
En fin, repito que tiene su encanto, sobre todo para el turista que no vive allí, sino que pasa, saca un par de fotos y se va. Fue interesante la excursión que nos regaló el festival, en lancha, por toda la bahía de Valparaiso, incluyendo su puerto. Este último, es un puerto de aguas profundas, salida y entrada lógica de la capital Santiago hacia el mar, y fue, hasta que se hizo el canal de Panamá, un importantísimo puerto del Pacífico. Piénsese que cada barco que venía de Europa y quería llegar a las costa americanas del Pacífico, desde Chile hasta Canadá, debía pasar por Cabo de Hornos y el primer punto importante en tocar era Valparaiso. Hoy esa importancia esta disminuida por el mencionado canal, y porque Chile, que tiene 5000 km. de costas profundas, tiene ahora otros puertos que le compiten, entre otros los del norte por donde sale el cobre, de lejos la primera exportación chilena.
Sin embargo la ciudad esta recuperando algo de sus viejos brillos gracias al turismo, toda vez que el casco histórico de la ciudad ha sido declarado en 2003 patrimonio de la humanidad por la Unesco.
En la semana que estuvimos allí, atracaron 10 cruceros turísticos repletos de gringos que viene a gastar sus euros o dólares, a precios que para ellos son bajos. Uno de esos barcos era el “ Queen Mary II”, una colosal nave frente a la cual los otros 9 barcos parecían botes de pescadores. Realmente impresionante.
En la bahía también hay un sector destinado a barcos militares, y sin entender nada del tema, me dió la sensación que tienen una respetable flota para un país del tercer mundo. ( y obviamente solo se veía una parte de ella)
Dentro de las actividades de la cumbre, nos tocó bailar en el Teatro Municipal de Valparaiso, en la plaza Sotomayor, y una noche en El Quisco, un delicioso pueblo turístico a 70 km. de Valparaiso, sobre el mar.
Al llegar a ese pueblo ( fuimos en un bus unos 25 artistas, músicos, bailarines, cantores) nos estaba esperando el intendente con una recepción de comida y bebida de primera. Luego de ello fuimos al anfiteatro, en la playa, con el escenario de espaldas al inmenso Pacífico, que esa noche tenía una luna que parecía trucha de lo grande y bonita, y un público de 4000 personas! Pocas veces nos toca bailar delante de tanta gente. Todo el mundo hiper amable, sacandose fotos, convidandonos con todo, en fin, una bella experiencia.
Ya de vuelta en Valparaiso, a las 2 de la matina, cenamos todos juntos y de ahí a la milonga, que duraba hasta las 4 cada día ( incluyendo dias laborables) y ahí compartíamos con tangueros de Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Colombia, Alemania, Suecia, Dinamarca, Brasil, España y seguro que me olvido alguno.
Espectacular la delegación de Colombia: maravillosos bailarines y gente muy humilde, pero muy talentosa.
Me parece que hace rato se acabó el mito de la exclusividad del tango para los argentinos. Hoy hay excelentes bailarines y músicos en cada rincón del planeta. Será la globalización? Es posible.
Así, entre tangos, piscos, paseos y ricos vinos chilenos ( entre otros Undurraga y Concha y Toro-perdón por la palabra-) pasamos una semana de trabajo y placer.
Cuando se acabó el Festival, hubo un remate muy particular:
Excursión a Laguna Verde( lo describe Aisha en su relato)
Al día siguiente nos fuimos un dia a Villa Alemana, un pintoresco pueblo cercano donde viven Francisco y Cecilia, amigos tangueros chilenos que nos homenajearon con toda deferencia.
De ahí un bondi a Santiago, donde conectamos otro bus, un fantástico coche cama super cómodo hacia el sur, a Castro, capital de la isla grande de Chiloé. Son 16 horas, 1200 km, pero no se hace largo.
El último punto continental de Chile hacia el sur es la ciudad de Puerto Montt. Hasta alli llega la autopista Nº 5, columna vertebral de Chile, en impecable estado y de peajes carísimos.
Luego esta Chiloé, un archipiélago de un montón de islas, cuya capital es Castro, en la isla mayor.
Para llegar allí, es necesario tomarse un ferry, que trasborda buses, camiones, coches y lo que venga.
La travesía dura media hora, entre juguetones lobos de mar y pelícanos siempre atentos a los cardúmenes que abundan en esas frías aguas. Ya en la isla, pasamos por la ciudad de Ancud ( donde actuaríamos 2 días después) y llegamos a Castro finalmente.
Llegamos ahí contratados para actuar en el Primer festival de Tango de Castro, porque aunque parezca increible, también allí hay tango. El club de tango local se llama “ Arrabales de Chiloé”, y esta presidido por Jaime Moretti, un estusiasta bailarín y profesor local, muy buena persona, al igual que su esoposa Kito.
Bueno, el tema es que nos estaban esperando en la terminal, y de ahí nos llevaron en una impresionante 4 x 4, a unos 10 km. de Castro, montaña arriba, a la casa de Alex y Cali, donde nos alojarían. Este matrimonio, super amables y también tangueros, pertenecen al “ jet-set” local, y son propietarios de una forestal y aserraderos, en una isla donde todo se hace de madera. Su casa es un palacio de madera, super lujoso,en un enorme terreno parquizado, con una piscina perfecta, desde donde se ve un paisaje que de tan bello, corta el aliento. La ladera, el mar, las islas, los canales, los barcos que entran y salen, todo ello con el telón de fondo de la cordillera de los Andes, detrás de la cual imaginábamos la patagonia argentina, una maravilla imposible de describir. Nuestra habitación era una suite impresionante, a tono con todo el resto.
La semana que vivimos allí fue mejor que el mejor de los hoteles: nos levantábamos a las 11 mas o menos, y el personal de servicio ya tenía el desayuno preparado, luego pileta, leer el diario en el parque, hasta la hora del almuerzo. Obviamente comimos cada día los mejores mariscos que recuerdo haber comido, con los consabidos vinos de Chile, tortas alemanas ( hay bastante influencia alemana) y licores de todo tipo, que Aisha se encargó de probar todos y cada uno de ellos ( vaina,rond point, pisco souer, piscola...).
Luego nos llevaban abajo ( lease a la ciudad) a las clases que dimos, y a las presentaciones. Estas fueron en el Teatro de Castro, en el de Ancud, en el Club de Leones de Ancud y en un restaurante en Castro, metido en el mar, construido sobre palafitos.
Cada vez que terminabamos la función, toda la barra de artistas le dábamos al diente a morir, especialmente al salmón, que es otra de las fuentes de riqueza de la isla. Hay enormes salmoneras que exportan a medio mundo ese manjar rosado, que es tan caro aquí, y tan accesible allá. ( especialmente cunado no tenés que pagarlo)
En Castro compartimos el festival con amigos bailarines y músicos de Rosario y Bariloche, ademas de los locales. Fue un fraternal ambiente de camaradería en un marco muy dificil de superar.
Asi pasó la segunda semana en Chile, en la bella Chiloé. Y llegó el momento de partir, no sin antes disfrutar del plato mas característico de la isla: El curanto, especie de puchero con mariscos, cerdo ahumado, pollo, en fin, pesadito pero super sabroso.
Y las fotos, las despedidas, los brindis, algún lagrimón ayudado por el escabio, otra vez el bus a Santiago, un día libre allí, que usamos para conocer superficialmente la capital, y luego avión-cordillera-Ezeiza y Puente Saavedra. Fin del recorrido ( por ahora).
VD
Como un modesto anticipo de ello, vaya este breve relato, que algunos encontrarán ameno, y otros insoportable, sobre todo los que ya conocen esas tierras, como Petu por ejemplo.
El eterno yirar de Aisha & Victor por el mundo empezó el 2007 con un destino mas cercano: Chile.
Un día de enero subimos a un avion de Lan que nos depositó en dos horas en Santiago de Chile. Y ya en el camino tuvimos el primer regalo: la imponente cordillera de Los Andes, vista desde el aire, en un día despejado, casi sobrevolando el Aconcagua, es un sobrecogedor espectáculo de la naturaleza. Como dice mi amigo andaluz, a veces Dios exagera.
En el aeropuerto nos esperaba una camioneta de la “ Ilustre Municipalidad de Valparaiso”, que en una hora recorrió los 100 km. que nos separan de Valparaiso, y llegamos a la conocida “ joya del Pacífico” donde se desarrolló este año la septima cumbre mundial del tango.
La ciudad de Valparaiso, a orillas del océano Pacífico, consta basicamente de dos sectores: uno pegado al mar, plano, que ellos llaman “el plan”, y los cerros que enmarcan ese plan. Esos cerros, que dicen son 47, estan total y absolutamente cubiertos de casas, escuelas, comercios, bares, en fin, la ciudad se extiende por los cerros, desde los cuales se tiene una vista privilegiada del puerto, la bahía y el mar.
Esos cerros semejan una montaña de maquetas de casitas, de todos los colores imaginables, y son de una belleza muy pintoresca, siempre y cuando se los mire desde lejos. Porque cuando uno recorre esas calles, es bastante shomería. El 90 % de las casas son de madera y chapas, caótico y bastante sucio. Además, llegar allá arriba es muy dificil, por lo empinado de las calles, salvo que uno vaya en coche, o en bus, o en los ascensores para personas, que suben por las laderas de los cerros por un pago, que para los habitantes de allí no es tan pequeño. Esos ascensores de noche no andan, asi que arreglate como puedas si tenés que volver, medio mamado, a las tres de la matina, a dormir en un hotelucho de las alturas. Llegás en tres cilindros, con los timbos en la mano, y los mas probable que el hotel ( invariablemente de madera) tenga dos o mas pisos altísimos, que tendrás que subir a patacón y tratando de no hacer ruido. Ascensores olvidate!.
O sea lo repito: Valparaiso es como algunas minas, si las mirás de lejos es bonito.
Pero por suerte en este caso, la organización de la cumbre nos alojó en el “plan”, muy cerca del teatro, de las milongas, y del centro, asi que zafamos.
Nuestro hotel cuesta ( si tuvieramos que pagarlo) 40 dólares por día, pero era dos estrellas con suerte, un hotel que acá no puede costar mas de 20. Y asi todo, Todo esta el doble que en Buenos Aires, con la consecuencia lógica que no ves argentinos ni dibujados, muy diferente a la época del 1 a 1, voto a Carlos Saul!! Los únicos argentinos que veíamos eran los artistas de la cumbre, porque no pagaban nada. Para sacarles un mango a estos ratones tenés que darles anestesia total.
Mirando la ciudad con ojos de arquitecto, no podía dejar de pensar que esa es una zona sísmica, y que la edificación en los cerros es bastante precaria, y en muchos casos literalmente cuelgan de los barrancos, o sea un pequeño temblor y se va todo al mar, pero parece que no sucede ( por ahora).
También es mas que inquietante lo rudimentario de las instalaciones, con cientos de cables que cruzan el aire en todas direcciones, todo mas o menos, cañerías de gas que nadie sabe a ciencia cierta por donde pasan, y todo eso en el medio de una montaña de madera reseca! La consecuencia obvia: un incendio por día de promedio.
En fin, repito que tiene su encanto, sobre todo para el turista que no vive allí, sino que pasa, saca un par de fotos y se va. Fue interesante la excursión que nos regaló el festival, en lancha, por toda la bahía de Valparaiso, incluyendo su puerto. Este último, es un puerto de aguas profundas, salida y entrada lógica de la capital Santiago hacia el mar, y fue, hasta que se hizo el canal de Panamá, un importantísimo puerto del Pacífico. Piénsese que cada barco que venía de Europa y quería llegar a las costa americanas del Pacífico, desde Chile hasta Canadá, debía pasar por Cabo de Hornos y el primer punto importante en tocar era Valparaiso. Hoy esa importancia esta disminuida por el mencionado canal, y porque Chile, que tiene 5000 km. de costas profundas, tiene ahora otros puertos que le compiten, entre otros los del norte por donde sale el cobre, de lejos la primera exportación chilena.
Sin embargo la ciudad esta recuperando algo de sus viejos brillos gracias al turismo, toda vez que el casco histórico de la ciudad ha sido declarado en 2003 patrimonio de la humanidad por la Unesco.
En la semana que estuvimos allí, atracaron 10 cruceros turísticos repletos de gringos que viene a gastar sus euros o dólares, a precios que para ellos son bajos. Uno de esos barcos era el “ Queen Mary II”, una colosal nave frente a la cual los otros 9 barcos parecían botes de pescadores. Realmente impresionante.
En la bahía también hay un sector destinado a barcos militares, y sin entender nada del tema, me dió la sensación que tienen una respetable flota para un país del tercer mundo. ( y obviamente solo se veía una parte de ella)
Dentro de las actividades de la cumbre, nos tocó bailar en el Teatro Municipal de Valparaiso, en la plaza Sotomayor, y una noche en El Quisco, un delicioso pueblo turístico a 70 km. de Valparaiso, sobre el mar.
Al llegar a ese pueblo ( fuimos en un bus unos 25 artistas, músicos, bailarines, cantores) nos estaba esperando el intendente con una recepción de comida y bebida de primera. Luego de ello fuimos al anfiteatro, en la playa, con el escenario de espaldas al inmenso Pacífico, que esa noche tenía una luna que parecía trucha de lo grande y bonita, y un público de 4000 personas! Pocas veces nos toca bailar delante de tanta gente. Todo el mundo hiper amable, sacandose fotos, convidandonos con todo, en fin, una bella experiencia.
Ya de vuelta en Valparaiso, a las 2 de la matina, cenamos todos juntos y de ahí a la milonga, que duraba hasta las 4 cada día ( incluyendo dias laborables) y ahí compartíamos con tangueros de Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Colombia, Alemania, Suecia, Dinamarca, Brasil, España y seguro que me olvido alguno.
Espectacular la delegación de Colombia: maravillosos bailarines y gente muy humilde, pero muy talentosa.
Me parece que hace rato se acabó el mito de la exclusividad del tango para los argentinos. Hoy hay excelentes bailarines y músicos en cada rincón del planeta. Será la globalización? Es posible.
Así, entre tangos, piscos, paseos y ricos vinos chilenos ( entre otros Undurraga y Concha y Toro-perdón por la palabra-) pasamos una semana de trabajo y placer.
Cuando se acabó el Festival, hubo un remate muy particular:
Excursión a Laguna Verde( lo describe Aisha en su relato)
Al día siguiente nos fuimos un dia a Villa Alemana, un pintoresco pueblo cercano donde viven Francisco y Cecilia, amigos tangueros chilenos que nos homenajearon con toda deferencia.
De ahí un bondi a Santiago, donde conectamos otro bus, un fantástico coche cama super cómodo hacia el sur, a Castro, capital de la isla grande de Chiloé. Son 16 horas, 1200 km, pero no se hace largo.
El último punto continental de Chile hacia el sur es la ciudad de Puerto Montt. Hasta alli llega la autopista Nº 5, columna vertebral de Chile, en impecable estado y de peajes carísimos.
Luego esta Chiloé, un archipiélago de un montón de islas, cuya capital es Castro, en la isla mayor.
Para llegar allí, es necesario tomarse un ferry, que trasborda buses, camiones, coches y lo que venga.
La travesía dura media hora, entre juguetones lobos de mar y pelícanos siempre atentos a los cardúmenes que abundan en esas frías aguas. Ya en la isla, pasamos por la ciudad de Ancud ( donde actuaríamos 2 días después) y llegamos a Castro finalmente.
Llegamos ahí contratados para actuar en el Primer festival de Tango de Castro, porque aunque parezca increible, también allí hay tango. El club de tango local se llama “ Arrabales de Chiloé”, y esta presidido por Jaime Moretti, un estusiasta bailarín y profesor local, muy buena persona, al igual que su esoposa Kito.
Bueno, el tema es que nos estaban esperando en la terminal, y de ahí nos llevaron en una impresionante 4 x 4, a unos 10 km. de Castro, montaña arriba, a la casa de Alex y Cali, donde nos alojarían. Este matrimonio, super amables y también tangueros, pertenecen al “ jet-set” local, y son propietarios de una forestal y aserraderos, en una isla donde todo se hace de madera. Su casa es un palacio de madera, super lujoso,en un enorme terreno parquizado, con una piscina perfecta, desde donde se ve un paisaje que de tan bello, corta el aliento. La ladera, el mar, las islas, los canales, los barcos que entran y salen, todo ello con el telón de fondo de la cordillera de los Andes, detrás de la cual imaginábamos la patagonia argentina, una maravilla imposible de describir. Nuestra habitación era una suite impresionante, a tono con todo el resto.
La semana que vivimos allí fue mejor que el mejor de los hoteles: nos levantábamos a las 11 mas o menos, y el personal de servicio ya tenía el desayuno preparado, luego pileta, leer el diario en el parque, hasta la hora del almuerzo. Obviamente comimos cada día los mejores mariscos que recuerdo haber comido, con los consabidos vinos de Chile, tortas alemanas ( hay bastante influencia alemana) y licores de todo tipo, que Aisha se encargó de probar todos y cada uno de ellos ( vaina,rond point, pisco souer, piscola...).
Luego nos llevaban abajo ( lease a la ciudad) a las clases que dimos, y a las presentaciones. Estas fueron en el Teatro de Castro, en el de Ancud, en el Club de Leones de Ancud y en un restaurante en Castro, metido en el mar, construido sobre palafitos.
Cada vez que terminabamos la función, toda la barra de artistas le dábamos al diente a morir, especialmente al salmón, que es otra de las fuentes de riqueza de la isla. Hay enormes salmoneras que exportan a medio mundo ese manjar rosado, que es tan caro aquí, y tan accesible allá. ( especialmente cunado no tenés que pagarlo)
En Castro compartimos el festival con amigos bailarines y músicos de Rosario y Bariloche, ademas de los locales. Fue un fraternal ambiente de camaradería en un marco muy dificil de superar.
Asi pasó la segunda semana en Chile, en la bella Chiloé. Y llegó el momento de partir, no sin antes disfrutar del plato mas característico de la isla: El curanto, especie de puchero con mariscos, cerdo ahumado, pollo, en fin, pesadito pero super sabroso.
Y las fotos, las despedidas, los brindis, algún lagrimón ayudado por el escabio, otra vez el bus a Santiago, un día libre allí, que usamos para conocer superficialmente la capital, y luego avión-cordillera-Ezeiza y Puente Saavedra. Fin del recorrido ( por ahora).
VD
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